miércoles, 8 de junio de 2011

Por qué leer en voz alta


¿Por qué leer en voz alta?

La lectura en voz alta conlleva enormes beneficios, tanto para quien lee como para quien escucha. Para los niños leer en voz alta es especialmente significativo porque les anima a explorar los libros y a convertirse en lectores por sí mismos.

Ejercita la imaginación.
Aporta conocimientos conceptuales (colores, formas, sonidos, letras, números).
Despierta en el oyente ideas nuevas y conceptos culturales, permitiendo que se desarrolle su curiosidad y su capacidad crítica, así como sus propios intereses e identidad.

¿Qué permite la lectura en voz alta?

Articular el texto con la propia experiencia.
Un texto evoca en los lectores episodios vividos o conocidos a través de los relatos de otros; de este modo el nuevo texto cobra un significado particular para cada miembro del auditorio.

Incorporar vivencias y experiencias ajenas.
El intercambio entre el auditorio permite contrastar las propias vivencias con las de otros, enriqueciendo así al propio texto.

Discutir, contrastar, opinar.
Las situaciones y los personajes del relato dan lugar a distintas interpretaciones que permiten un intercambio enriquecedor.

Acceder a obras a las que no podrán acceder solos.
Se las ofrece un lector competente.

Superar el miedo, aumentar su autoconfianza.
Si todos intervienen y opinan sin sentirse sancionados.

Desechar juicios apresurados, reflexionar.
El debate favorece una actitud reflexiva y una escucha atenta de lo que otros dicen.

Disfrutar el derecho al placer del texto.

Sugerencias para leer en voz alta



Sugerencias para leer mejor en voz alta

La lectura en voz alta es una estrategia válida de lectura, siempre y cuando no se reduzca a una mera oralización del texto. Si al lector sólo se le pide que sonorice los signos gráficos que tiene ante sus ojos, estaremos ante una simple y muy discutible actividad de oralización, pero nunca podremos hablar de «comunicación basada en la lectura» ni de verdadera «lectura expresiva».

Antes de la lectura

Pensar en los destinatarios, en si les va a interesar el texto, en sus características, en su capacidad de escucha y sus hábitos de atención y comprensión (¿entenderán el lenguaje, la trama, los conceptos básicos?).
Si el lector lee un texto es porque desea comunicar «algo» a un auditorio. Sólo se puede transmitir un mensaje si el lector ha tenido tiempo suficiente para «adueñarse» del texto. Para ello se le dará la oportunidad de bucear en su contenido, tratando de resolver todas sus dudas de comprensión y de encontrar su modo personal de poner el texto al alcance de los oyentes.
Si el lector no comprende el texto de un modo global ni conoce el significado de sus palabras clave, estará incapacitado para realizar una lectura auténticamente eficaz.
No sólo se deberá tener en cuenta la entonación lingüística (marcada por los signos ortográficos, por ejemplo, las interrogaciones y exclamaciones) sino también la entonación emocional (las frases se entonan sobre todo en función de su contenido semántico).
El lector debe disfrutar (en lo intelectual, recreativo o ideológico) con el texto que va a comunicar; de lo contrario su lectura resultará violenta y poco espontánea. Si no disfruta leyendo, el público lo percibirá y se sentirá incómodo y acabará desconectando.
Se realizarán ejercicios de relajación para conseguir un tono corporal sereno y equilibrado.
Se creará un clima apropiado captando la atención y el sosiego de los oyentes mediante, por ejemplo, una música relajante, una modulación de la luz (reduciendo la luminosidad de la sala, excepto un foco no excesivamente potente enfocado hacia el lugar en el que se situará el lector).
Generar expectación entre los oyentes mediante una introducción breve pero incisiva y sugerente que les haga sentir que están ante una ocasión privilegiada de disfrutar de la palabra hablada.

Delante de los oyentes

El lector debe situarse ante el auditorio en unas condiciones óptimas (visibilidad, comodidad, sonoridad, etc.) que le permitan sentirse a gusto.
Se controlará la respiración, para lo cual la postura corporal ha de permitir la recepción y emisión natural del aire durante la fonación de las frases.
Si el lector está de pie puede moverse de un lado para otro –sin excesos–, si lo desea, para así captar mejor la atención de todos (que se sentirán más «aludidos» si el lector les mira de frente y se acerca). Todo ello sin sobreactuar.
El texto será sujetado de un modo correcto: sin tapar con él el rostro del lector, ni tan bajo que le obligue a mirar hacia abajo, lo cual haría perder sonoridad.
Se llevará el texto tan dominado que el lector podrá levantar los ojos con frecuencia y así podrá observar si está captando la atención de los lectores y sus reacciones.
Leer sin prisa, saboreando, degustando el texto.
En todo momento se cuidará que la voz transmita la «temperatura emocional» del texto, adecuándola al contenido tanto en modulación como en timbre, volumen y entonación. En la eficacia con la que el lector maneje esta última se juega gran parte del éxito de su lectura, porque le permitirá crear un clima cálido y comunicativo o se convertirá en un obstáculo insalvable entre el emisor y los receptores.
Cada texto requiere un tono, una modulación, unas inflexiones. No se leen de igual manera una historia tétrica, un relato irónico, un poema, un ensayo, una noticia, etc.
El lector tiene que dar tiempo a los oyentes para reaccionar si el texto les provoca respuestas espontáneas (miedo, repulsa, risa, sorpresa...). Al mismo tiempo, no evitará transmitir sus propias emociones, ya que eso dará a la lectura mayor naturalidad e intensidad.
Los cambios de ritmo y algunas pausas son recursos ideales para mantener el interés del público: si la acción pasa por un momento acelerado, se leerá con mayor velocidad; si se ralentiza el tempo narrativo, el lector reducirá la vivacidad.
No dejar un texto a medias. Si su extensión es excesiva para una sola sesión, definir con claridad los capítulos de modo que la comprensión no se resienta al dejarla para otro día. La fractura debe hacerse con habilidad para que oyente esté deseando que le sigan leyendo.
Iniciar la siguiente sesión con una recapitulación de lo leído que permita al auditorio recordar y reengancharse. Puede establecerse un diálogo breve lector-oyentes para que estos se sientan involucrados.
Al finalizar, se debe establecer un diálogo para comprobar si el texto ha gustado, si se ha entendido, qué ha sugerido, etc.
Debemos tener presente que el objetivo es establecer un contacto emocional con cada uno de los oyentes.